Metáfora visual sobre los vínculos que nos nutren: familia, amistad, comunidad, inclusión y amor. Esta obra propone una visión simbólica de la energía que fluye entre nosotros, reconociendo que así como el sol da vida, también podemos nutrir el espíritu de los demás al brillar con autenticidad. Las manos —incluidas en lengua de señas— representan cuidado y conexión; las líneas que las enlazan evocan la energía y los sentimientos compartidos. El nopal, símbolo de resiliencia, aparece como recordatorio de que la vida florece incluso en la adversidad. Con colores cálidos y vibrantes, la pieza celebra la diversidad y la fuerza colectiva. Es un recordatorio de que todos somos energía, y que el amor en acción también alimenta.